Slim fast
Néstor Adame Santos
Letanía
Porque me vuelve vulnerable,
porque me obliga a buscar otro cuerpo,
porque me vuelve visible,
porque me vuelve utilizable,
porque me obliga a depender de otros,
porque me impide volar,
porque turba la pureza de mi imaginación,
porque no me pertenece y yo sí le pertenezco,
porque no puedo expresarme sin él,
porque chantajea mi espíritu,
porque ocupa un lugar,
porque todos me juzgan por él y no por mí,
porque me duele,
porque me hace morir y me obliga a vivir,
porque el tiempo me carcome, el espacio me
asfixia
y el amor me impone sus implacables condiciones,
odio a mi cuerpo.
Y el maldito lo sabe y no le importa:
sigue segregando
Néstor Adame Santos
Letanía
Porque me vuelve vulnerable,
porque me obliga a buscar otro cuerpo,
porque me vuelve visible,
porque me vuelve utilizable,
porque me obliga a depender de otros,
porque me impide volar,
porque turba la pureza de mi imaginación,
porque no me pertenece y yo sí le pertenezco,
porque no puedo expresarme sin él,
porque chantajea mi espíritu,
porque ocupa un lugar,
porque todos me juzgan por él y no por mí,
porque me duele,
porque me hace morir y me obliga a vivir,
porque el tiempo me carcome, el espacio me
asfixia
y el amor me impone sus implacables condiciones,
odio a mi cuerpo.
Y el maldito lo sabe y no le importa:
sigue segregando
Sergio Cordero
Antes de haber ido a la cama, se volvió a subir a la bascula: 93.7 kilogramos. Esto lo hacía desde el lunes que empezó la dieta, tres días de ese régimen y no había bajado más que gramos.
―Sigo hecha un puerco. ―Con un gesto de resignación se volvió a colocar sus pantuflas y fue a la cama. Encendió la televisión, a esas horas de la noche sólo aparecían infomerciales de productos milagro con los cuales bajas 5 kilos en dos días. Veía todo el programa y volteaba a ver el teléfono que tenía en su buró: “Si no te gusta que te digan, chonchita, chonchis, goldis, o quieres recuperar esa confianza que se te ha ido con la llegada de tus kilos, ¡qué estás esperando para marcar! Somos los únicos con resultados reales, y si no te funcionó te devolvemos tu dinero.”
No era la primera vez que encargaba un producto de éstos, inclusive en ese momento seguía tomando medicamento del cual se acordó. Volvió a salir de la cama y sacó de su tocador una caja de la cual extrajo dos pastillas, las que en poco tiempo la bajarían de peso; se las tomó sin agua, seguido a esto entró en la cama y apagó el televisor.
―Sigo hecha un puerco. ―Con un gesto de resignación se volvió a colocar sus pantuflas y fue a la cama. Encendió la televisión, a esas horas de la noche sólo aparecían infomerciales de productos milagro con los cuales bajas 5 kilos en dos días. Veía todo el programa y volteaba a ver el teléfono que tenía en su buró: “Si no te gusta que te digan, chonchita, chonchis, goldis, o quieres recuperar esa confianza que se te ha ido con la llegada de tus kilos, ¡qué estás esperando para marcar! Somos los únicos con resultados reales, y si no te funcionó te devolvemos tu dinero.”
No era la primera vez que encargaba un producto de éstos, inclusive en ese momento seguía tomando medicamento del cual se acordó. Volvió a salir de la cama y sacó de su tocador una caja de la cual extrajo dos pastillas, las que en poco tiempo la bajarían de peso; se las tomó sin agua, seguido a esto entró en la cama y apagó el televisor.
Cuando volvió a despertar en su reloj se observaba que eran las 4:22 de la madrugada. Salió de la cama, se acomodó sus pantuflas y se dirigió al baño, en ese lapso iba más dormida que despierta debido a que en su camino se atravesó una silla con la cual torpemente se estrelló. Entró al baño, encendió la luz, dio un largo bostezo y se bajó su pants, llevándose consigo el calzón. Cuando apoyó en sus muslos sus codos, notó que éstos eran diferentes, se observó bien y sus muslos habían pasado de ser dos bates del capitán Cavernícola a unos más torneados y esbeltos. Miró sus manos y éstas parecían más reducidas, los dedos eran más delicados, sus antebrazos parecían haber perdido todo el cumulo de grasa que habían tendido por mucho tiempo, sus hombros estaban firmes… ¡Su vientre! Su vientre estaba liso, la gran cantidad de lonjas eran ahora una cintura bien delineada.
De un brinco se puso de pie y veía su rostro en el espejo. No podía creer la imagen que el cristal le devolvía: una cara afilada con los pómulos marcados, una nariz respingada y su extenuante papada se había evaporado. Tocaba su cara con un asombro mágico, se despojó de esa inmensa sudadera que traía puesta y acarició sus redondos y pequeños senos. Absolutamente no podía creer lo que estaba ocurriendo, seguro esa dieta o las pastillas que estaba tomando eran cosa de otro mundo.
No sabía qué hacer con tanta felicidad y lo primero que se lo ocurrió fue salir a comunicárselo alguien. Cuando regresó a su recamara, unos ronquidos hicieron que se detuviera, caminó muy lentamente a su cama en donde, con la oscuridad, no se veía bien qué o quién estaba ahí. De pronto ese bulto que estaba en la cama de la joven, se movió. La muchacha no sabía qué ocurría, debido a que ella vivía sola y no recordaba haber dormido con nadie. El bulto de la cama roncaba ferozmente y mugía algunas palabras, por un rato se quedó en silencio y una flatulencia fue la que delató que seguía con vida.
La muchacha esbelta, fue acercando más a la cama para averiguar quién estaba en ella. Cuando se acercó lo suficiente, movió la cobija y destapó a esa persona, únicamente vio su cara, pero esto le bastó para llevarse las manos a su boca y se dio cuenta que esa persona que dormía con tanta placidez era ella misma. Era ella en su antigua versión, era la gorda que tenía años sin un novio, a la que el amor le imponía sus implacables condiciones, era la que tenía años con el apodo de “la redonda”, años a dieta sin conseguirlo nada, años en que la juzgaron por ese cuerpo y no por otra cualidad, años de dolor y odio a su cuerpo, años que se la pasó en búsqueda de otro cuerpo sin nunca haber obtenido resultados hasta esa noche.
La redonda, seguía dormida y sus ronquidos no cesaron ni un sólo minuto, pero la joven esbelta había quedado pasmada con esa revelación. Por lo tanto ella se sentía a gusto como estaba. De antemano no sabía si aquello era un sueño, una mala broma o cosa de brujería, pero lo que si palpaba era que por una sola vez en su vida era bella, esbelta y feliz. No esperó a que el otro adefesio despertara, no quiso saber qué estaba ocurriendo, ni mucho menos dialogar con ese bodrio, estaba decidida a no desaprovechar esa segunda oportunidad tan maravillosa que le habían dado a su cuerpo, así que, tomó su bolso, la llaves de su coche y bajó por las escaleras, dejando esos kilos de más en su cama.